Un estudio muestra cómo las células "asesinas naturales" pueden ayudar a las mujeres a evitar el acretismo placentario

Revisado por James Ives, M.Psych. (Editor) 5 de agosto de 2019

Uno de los riesgos más peligrosos a los que se enfrentan las mujeres embarazadas a medida que se acerca la fecha del parto es una afección sorprendentemente frecuente con un nombre poco conocido: acretismo placentario.

En un parto normal, la placenta que sostiene el desarrollo fetal durante el embarazo se expulsa poco después del recién nacido. Pero a veces, la placenta se adhiere tan profundamente al útero de la mujer que no puede extraerse sin provocar una hemorragia masiva, a veces mortal. En muchos casos, la intervención quirúrgica de urgencia necesaria para salvar la vida de la madre puede dejarla incapacitada para tener más hijos.

Y, sin embargo, muchas personas desconocen la existencia del acretismo placentario, a pesar de que el número de mujeres a las que se diagnostica se ha cuadruplicado desde los años ochenta, hasta alcanzar uno de cada 272 nacimientos. Aunque este aumento se asocia a un incremento de la tasa de cesáreas, la relación sigue sin estar clara.

"Nunca había oído la palabra accreta hasta que me pasó a mí, y apenas sobreviví", dice Kristen Terlizzi, quien fundó la National Accreta Foundation, con sede en California, en 2017. "Un biomarcador confiable para detectar esto sería increíble. Y si alguna vez hubiera una manera de tratar proactivamente la acreta, sería enorme."

Ese lejano día puede estar un paso más cerca gracias a un descubrimiento realizado por científicos del Cincinnati Children's y de la Universidad de Cincinnati.

En un estudio publicado el 2 de agosto de 2019 en Science Immunology, los coautores describen una conexión sorprendente entre el riesgo de acretismo y una mutación genética que impide la formación saludable de células "asesinas naturales", un tipo de glóbulo blanco que ayuda al cuerpo a combatir tumores cancerosos e infecciones virales. Además de descubrir la conexión, el equipo demostró en ratones que es posible frenar el proceso de acretismo.

Se trata de un problema enorme para la salud materna. Actualmente, la única forma de diagnosticar el acretismo es detectarlo a mitad del embarazo en una ecografía, normalmente entre las semanas 18 y 20. Muchas mujeres no se enteran de que lo tienen hasta que llegan al hospital para dar a luz". Muchas mujeres no saben que lo tienen hasta que llegan al hospital para el parto".

Helen Jones, coautora del estudio y experta en investigación de la placenta, Cincinnati Children's

Si futuros estudios confirman que las mujeres con acreta también presentan un mal funcionamiento de las células NK, podría ser posible prevenir el exceso de adherencias y reducir la necesidad de histerectomías que ponen fin a la fertilidad, afirma Jones.

Un descubrimiento accidental relaciona el acretismo con el mal funcionamiento de las células N K

Este nuevo hallazgo se remonta a un proyecto de ciencia básica dirigido por Kasper Hoebe, PhD, científico de la División de Inmunobiología de Cincinnati Children's que recientemente ha dejado su puesto. Su equipo buscaba mutaciones genéticas que pudieran afectar a las células NK. Durante este trabajo, Anna Sliz, una estudiante de posgrado del laboratorio de Hoebe, se encontró con un problema.

"En una de nuestras colonias, observamos una frecuencia anormalmente alta de madres reproductoras con embarazos fallidos. Cuando intenté cultivar células NK de estos ratones, tendí a tener un rendimiento inferior en comparación con mis controles de tipo salvaje", dice Sliz.

Hoebe y Sliz consultaron a Jones, quien reconoció rápidamente que las madres presentaban placentas retenidas con una invasión significativa de trofoblastos, lo que reflejaba un acretismo humano, una condición rara vez vista en ratones. Esto dio lugar a una nueva investigación.

Pronto, los colaboradores descubrieron que los ratones portaban una mutación en una proteína llamada Gab3, que impedía la expansión normal de las células NK en el útero. Las células NK alteradas dejaron de realizar una importante tarea: desactivar el proceso que permite al embrión en crecimiento adherirse a los tejidos del interior del útero.

Este proceso, denominado invasión de trofoblastos, continúa normalmente hasta aproximadamente las 20 semanas de embarazo. Pero en las mujeres con acretismo, el proceso de invasión continúa mucho más tiempo.

"Para que se produzca el desarrollo normal de la placenta, el crecimiento de las células fetales debe ser controlado por las células NK", afirma Hoebe. "Nuestros estudios demostraron que, en ausencia de Gab3, la función de las células NK en la placenta se ve alterada, lo que conduce a una invasión excesiva de células fetales en el útero".

¿Qué significa esto para las mujeres embarazadas?

Hay que investigar mucho más antes de que las mujeres puedan someterse a pruebas para determinar si tienen un mal funcionamiento de las células NK, y si un trasplante de células NK sería seguro y eficaz.

Se han trasplantado células NK para tratar a personas con determinadas formas de cáncer, pero aún se desconocen las posibles repercusiones en un embarazo.

"Aún no lo sabemos porque todavía tenemos que investigarlo en humanos. Ahora estamos trabajando en una colaboración internacional para intentar resolverlo", afirma Jones.

Por ahora, sin embargo, los resultados pueden servir de recordatorio a las mujeres para que sean prudentes a la hora de someterse a cesáreas. Estudios anteriores han demostrado que el riesgo de acretismo aumenta considerablemente cuando las mujeres se someten a varias cesáreas, y ahora estos hallazgos pueden contribuir a explicar por qué aumenta ese riesgo, afirma Jones.

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