Un estudio cuantifica el impacto de COVID-19 en los flujos migratorios de los países de renta alta

El impacto global de la pandemia de COVID-19 sobre la población mundial es innegable. Muchos estudios han analizado sus efectos sobre la esperanza de vida y la fertilidad, sin embargo, su efecto sobre la migración internacional está menos claro. Es probable que el cierre de fronteras y otras restricciones a la movilidad hayan tenido un impacto negativo en la migración internacional, pero sigue siendo una incógnita hasta qué punto ha sido significativo en los distintos países.

En un nuevo estudio dirigido por el IIASA y publicado en PLOS ONE, los investigadores cuantificaron el impacto de COVID-19 en los flujos de inmigración en 15 países de renta alta durante 2020. Utilizaron modelos estadísticos para predecir los recuentos de inmigración en ausencia de COVID-19 y los compararon con los recuentos de inmigración reales.

El estudio analizó los cambios en la inmigración en 12 países europeos (Alemania, Austria, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Noruega, Países Bajos, Suecia y Suiza), así como en Australia, Canadá y Estados Unidos. A continuación, analizaron cómo cada posible fuerza motriz, como las restricciones de viaje, las restricciones de movilidad, los cierres patronales, los cierres laborales y escolares y los aumentos del desempleo, podrían haber afectado a los recuentos de inmigración.

Algunos estudios han especulado sobre los mecanismos que pueden haber influido en la migración a causa de la pandemia o sobre cómo las perturbaciones en los viajes pueden haber afectado a los planes de los migrantes. Sin embargo, éste es el primer trabajo empírico que aporta pruebas de cómo la pandemia afectó a la inmigración en los distintos países y explora las posibles fuerzas motrices subyacentes de estos cambios, como las restricciones de viaje y otras medidas de rigor".

Miguel González-Leonardo, autor principal del estudio e investigador del Programa Población y Sociedades Justas del IIASA

Los investigadores descubrieron que la inmigración disminuyó en todos los países, excepto en Finlandia. La magnitud del descenso varió mucho de un país a otro: Australia registró la mayor caída de la inmigración, con un 59,9%. España y Suecia registraron descensos del 45,4% y el 36,4% respectivamente, mientras que la inmigración disminuyó entre un 15% y un 30% en otros siete países, y menos de un 15% en cuatro naciones en las que los resultados no fueron estadísticamente significativos.

Los investigadores descubrieron que las restricciones a los viajes internacionales, las restricciones a la movilidad y la obligación de quedarse en casa se asociaban a los descensos de la inmigración, mientras que el cierre de escuelas y centros de trabajo y el desempleo no mostraban ningún efecto.

"La inmigración ayuda a prevenir o mitigar la despoblación y aporta mano de obra y competencias allí donde se necesitan. Así pues, comprender los cambios en la red mundial de migración internacional es esencial para garantizar políticas adecuadas en sociedades que envejecen", concluye Michaela Potančoková, coautora del estudio e investigadora del Programa Población y Sociedades Justas del IIASA.

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