Continúa el debate sobre el esperma de donantes fallecidos

Un nuevo artículo publicado en la revista Journal of Medical Ethics sigue defendiendo el concepto de donación de esperma de hombres muertos, con el fin de mejorar la calidad y la cantidad de esperma. Ello contribuiría en gran medida a paliar la actual escasez de esperma donado. Los puntos principales de la defensa son que es técnicamente posible extraer esperma del cuerpo de un hombre muerto, es éticamente aceptable y alivia el sufrimiento humano al ofrecer a más personas la posibilidad de utilizar el esperma de donantes con fines reproductivos. Y no sólo eso, permite satisfacer una mayor variedad de preferencias respecto al donante de esperma para el individuo o las parejas receptoras, lo que les hace más felices.

Test tube with sperm, cryopreservation in the liquid nitrogen. Image Credit: Elena Pavlovich / Shutterstock

Tubo de ensayo con esperma, criopreservación en nitrógeno líquido. Crédito de la imagen: Elena Pavlovich / Shutterstock

Donación de órganos post mortem

Muchos donantes de órganos han expuesto sus deseos y esperanzas de que sus cuerpos beneficien algún día a alguna otra persona después de su muerte, mediante el uso de sus órganos. Sin embargo, el presente artículo se refiere a la posibilidad de donar voluntariamente su esperma para que lo utilicen otras personas no emparentadas o desconocidas después de su propia muerte.

La necesidad

El Reino Unido tuvo unos 590 nuevos donantes de esperma en el periodo de 2011 a 2013, frente a los aproximadamente 240 de 2004. Sin embargo, muchos de estos donantes destinaron su esperma al uso de un solo individuo para producir un solo hijo. Los autores sostienen que, dado que tanto las parejas heterosexuales (42% de las que solicitan inseminación artificial con semen de donante) y lesbianas (41%), como las mujeres solteras (17%), solicitan inseminación de donante como parte del tratamiento para lograr la concepción, y también hay muchos más ciclos que implican fecundación in vitro con semen de donante, existe una enorme necesidad de semen de donante que va en aumento. Hoy en día se cubre importando esperma de Dinamarca y Estados Unidos, unas 3.000 y 4.000 muestras al año, respectivamente, que no proceden de países europeos. La Autoridad de Fertilización Humana y Embriología (HFEA) argumenta que estas importaciones son más baratas y mejores que intentar conseguir donantes de esperma vivos en el propio Reino Unido.

¿Cuál es la solución?

Dado que el semen de donante se utiliza principalmente para aliviar la infertilidad y que los hombres muertos constituyen una fuente de esperma viable que puede dar lugar a embarazos sanos, y que es técnicamente posible recuperar esperma de alta calidad de hombres muertos, los autores defienden que la donación póstuma de esperma debería ser una posibilidad al igual que otras donaciones de órganos. Prevén la extracción de esperma, su almacenamiento en bancos de fertilidad y su utilización por los clientes que lo necesiten. Entre los beneficios que prevén figura una mayor disponibilidad de esperma, aunque las donaciones en vida podrían disminuir como consecuencia de ello.

También argumentan que permitir la donación póstuma de esperma permite a los hombres donar esperma sin las limitaciones financieras, legales y de tiempo que impiden hacerlo a muchos hombres vivos. Y, en tercer lugar, señalan la mayor capacidad de emparejar a los donantes de esperma con los padres previstos de la descendencia, ya sea en términos de raza, nivel educativo o color de piel. Las razones son, entre otras, psicológicas, la necesidad de mantener la privacidad sobre los orígenes del niño y permitir que los demás piensen que el niño es hijo biológico de los padres.

Los autores afirman que la infertilidad, aunque no se considere una enfermedad, es una condición que ofrece sufrimiento y como tal merece que se tomen medidas para aliviarla por todos los métodos factibles. Comparan la donación de esperma tras la muerte con el trasplante de córnea, que no es estrictamente necesario pero se considera que "mejora la vida".

Se considera que los efectos sobre la descendencia son mínimos teniendo en cuenta los hijos biológicos existentes concebidos utilizando esperma de donante vivo. Del mismo modo, los efectos sobre la familia del fallecido no se consideran válidos a la luz del hecho de que hay maneras, como argumentar decisiones políticas, de suavizar el impacto de saber que el niño concebido, si lo hay, no tendrá ninguna relación especial con la familia del donante fallecido. Además, la donación de órganos suele reconfortar a la familia del donante fallecido con la idea de que con su muerte ha ayudado a otros a seguir viviendo, y la cuestión de la donación de esperma por parte del fallecido puede considerarse desde una perspectiva similar.

Por supuesto, hay problemas prácticos y políticos que no han sido abordados por los autores, pero la cuestión subyacente es algo sobre lo que se debería reflexionar y tratar, en opinión de los autores. En resumen: "Muchas personas esperan que después de la muerte sus cuerpos se utilicen en beneficio de otros. Es factible y moralmente permisible que los hombres ofrezcan voluntariamente su esperma para donarlo a extraños después de la muerte, con el fin de garantizar cantidades suficientes de esperma con las cualidades deseadas."

Otros, como el andrólogo Allan Pacey, no están de acuerdo y afirman que parece un paso atrás en vista del movimiento actual para reunir a los donantes de esperma con la descendencia concebida a través de ese esperma. En su opinión, "preferiría que invirtiéramos nuestra energía en intentar reclutar donantes más jóvenes, sanos y dispuestos, que tengan muchas posibilidades de estar vivos cuando el concebido por el donante empiece a sentir curiosidad por ellos, y que tengan la oportunidad de ponerse en contacto con ellos sin la ayuda de un espiritista".

Y otros se preguntan si es una buena idea que un hombre muerto engendre un hijo al que nunca verá, con mujeres en las que nunca pensó como compañeras, y mucho menos como madres de sus hijos, o si las parejas estériles deberían seguir el método tradicional y adoptar a algunos de los millones de niños huérfanos que buscan desesperadamente el consuelo de unos padres y un hogar propio.

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